Honra la cruz

Algunas personas no cristianas se preguntan por qué honramos la cruz. Para ellos, la cruz es símbolo de sufrimiento, muerte y vergüenza. En la Biblia se afirma que el que cuelga en la cruz es maldecido por Dios (Deuteronomio 21:23). Añaden: Si alguien mata a alguien querido, ¿honramos la herramienta con la que fue asesinado?

La Iglesia ha afrontado este problema desde el principio. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, dice: “Porque la palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero para nosotros, los que nos salvamos, es poder de Dios” (1,32).

En cuanto al evangelista Juan, para él la cruz ya no era sólo dolor y humillación, sino que se convirtió en símbolo de la gloria de Dios. Cristo describe su subida a la cruz como elevación, gloria y victoria sobre el pecado y la muerte, y con en la cruz elevará a la humanidad a su Padre: “Pero Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado”. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo. Pero si muere, dará mucho fruto... Y si soy levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto dijo, indicando de qué muerte estaba a punto de morir” (Juan 12:24-33).

La reverencia de la Iglesia a la cruz no se debe sólo a que “el cuerpo de Cristo santificó el madero de la cruz” - según expresión de San Juan Damasceno - sino a que con la muerte de Cristo en la cruz comenzó el proceso de salvación y la cruz se convirtió en un símbolo de salvación. La muerte de Cristo en la cruz significa la muerte y resurrección del viejo mundo y el comienzo del nuevo tiempo de transformación. A través de la cruz tuvo lugar la reconciliación entre el hombre y Dios: “aboliendo con su cuerpo la ley de los mandamientos en estatutos, para crear en sí mismo un hombre nuevo, haciendo la paz, y reconciliando a los dos en un solo cuerpo con Dios, mediante la cruz, haciendo morir las enemistades que había en ella” (Efesios 2:15-16).

En el Libro del Apocalipsis hay una unificación entre los mártires y Cristo: “Sus cadáveres estarán en la calle de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado” (Apocalipsis 11:8). Esto es lo que Cristo pide a todos sus seres queridos: “El que quiera venir en pos de mí, que tome su cruz y sígame” (Mateo 16,24). La cruz que lleva el cristiano es signo de su abandono del pecado, y al mismo tiempo la cruz es signo de gloria y honor para él: “Si alguno me sirve, sígame, y donde yo estoy, allí mi siervo también será, y si alguno me sirve, el Padre le honrará” (Juan 12:26).

La Iglesia ha expresado la importancia de la Cruz en su vida y en la vida de todos los creyentes. La cruz se convirtió en fuente de vida eterna, gloria de los mártires y puerto de salvación: por ella Satanás fue sacudido y el pecado fue aniquilado. En la oración de vísperas de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz leemos: “Alégrate, oh Cruz que llevas la vida, puerta del Paraíso, firmeza de los creyentes y muro de la Iglesia, por donde la corrupción ha desaparecido y ha sido destruida”. abolido, el poder de la muerte ha sido tragado, y hemos sido resucitados de la tierra a los lugares celestiales. Tú eres el arma contra la cual no se puede luchar y resistir a los demonios, ya que eres la gloria de los mártires y de los justos... y el puerto de salvación que concede al mundo la mayor misericordia”.

De mi boletín parroquial de 1995.

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