Entregando las revelaciones de Dios en el Antiguo Testamento

Si la tradición es la transmisión oral de la verdad revelada, entonces esto significa que ha habido tradición y transmisión desde la antigüedad, porque inevitablemente acompaña las revelaciones de Dios a la humanidad: las cosas ocultas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las que están revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley (Deuteronomio 29:29). Las cosas reveladas, es decir, lo que el Señor anunció de gloria, obras, voluntad, leyes y mandamientos, no son sólo para la generación en la que se hizo el anuncio, sino también para todas las generaciones que le siguen. Y todos los hombres de Dios son responsables de entregar las revelaciones divinas que han recibido a otros para que las preserven y actúen en consecuencia: “Y le dirás a tu hijo aquel día, diciendo: Por lo que el Señor me hizo. cuando me sacó de Egipto, será para vosotros como una señal en vuestra mano y como un memorial delante de vuestros ojos, para que la ley de Jehová esté en vuestra boca.” (Éxodo 13:9).

La tradición, entonces, con respecto a la revelación divina, es la transmisión de esta revelación horizontal y verticalmente, es decir, a estos contemporáneos a su vez a sus hijos, sucesivamente de generación en generación. Esta transmisión se realizó primero verbalmente y en la vida. Y deja que estas palabras que hoy te mando estén en tu corazón, y enséñalas a tus hijos, y habla de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando camines por el camino. y cuando duermas, y cuando te levantes, átalos como una señal en tu mano, y serán frontones entre tus ojos, y escríbelos en los postes de tu casa y en tus puertas (Deuteronomio 6:6-. 9).

La mayor evidencia de esto es que lo que Dios declaró desde el principio de la creación hasta el tiempo de Moisés fue transmitido por vía oral: “Porque yo (Dios) le di a conocer (a Abraham), para que diera mandamientos a sus hijos y a su casa, y después de haber guardado el camino del Señor, haciendo justicia y derecho, para que el Señor hiciera cumplir a Abraham lo que había dicho”.

En cuanto a la Torá misma, es una sumisión, y fue parte de la sumisión oral hasta el final de la era de Moisés, cuando se convirtió en una sumisión escrita. Le aplica la misma responsabilidad que se aplica a la entrega oral al preservarla y aplicar sus enseñanzas: “Y Moisés escribió esta Torá y la entregó a los sacerdotes, los hijos de Leví, que llevan el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel. Y Moisés les mandó, diciendo: “Al fin de los siete años, en el tiempo señalado del Año de la Renuncia, en la Fiesta de los Tabernáculos... Reúnan al pueblo, hombres, mujeres, niños y al extranjero que está allí. dentro de tus puertas, para que escuchen y aprendan a temer al Señor tu Dios y a tener cuidado de cumplir todas las palabras de esta Torá” (Deuteronomio 31:9-12).

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