Capítulo Veintiuno - La Bendición del Matrimonio

El hombre fue creado a imagen de Dios, y desde el principio fue pareja, es decir, un hombre y una mujer. Así como Dios, la Persona Trina, no fue singular, tampoco lo es el hombre. La doctrina de la Santísima Trinidad, que se expresa en unidad en esencia y trinidad en hipóstasis, es una verdad básica que expresa también la verdad del hombre. Por tanto, el hombre fue creado desde el principio como pareja, es decir, un hombre y una mujer.

El Sacramento de la Santa Unción no sólo se relaciona con el tratamiento del cuerpo, sino también con el tratamiento del alma. A través del sacramento de la unción recibimos poder espiritual y nuestros pecados que hemos olvidado y no pudimos confesar son perdonados. Sin embargo, su principal importancia sigue siendo la oración por la salud del cuerpo. Por lo tanto, la Iglesia Ortodoxa vincula estos dos sacramentos e insta a aquellos a quienes se realiza el sacramento de la unción a confesarse también.

El bautismo introduce a la persona en un ámbito espiritual, por lo que está llamada a luchar contra las fuerzas del mal que lo atacan desde el exterior a través de sus sentidos, los cuales generan pasiones. Por lo tanto, debe dejar de lado todo lo que lo aleja del amor de Dios, y todo lo que lo lleva a manifestaciones egoístas que distorsionan el amor de Dios y de los hermanos, para poder salir victorioso en su batalla contra los deseos y tendencias egoístas.

La Iglesia se forma y aparece estableciendo el misterio de la acción de gracias divina y nuestra participación en ella, porque es el secreto que transforma la comunidad, es decir, la parroquia, en iglesia. En el misterio de la acción de gracias divina, la parroquia se convierte en iglesia universal, porque en ella está presente el mismo Cristo. Los creyentes deben saber que cada vez que se reúnen para celebrar la divina liturgia, “su iglesia se reúne”, es decir, toda la iglesia. Cada miembro de la parroquia es miembro de la Iglesia Ortodoxa universal.