Fileto y Lidia, su esposa y sus dos hijos, y el escritor Crónido son mártires

Fileto era miembro de la iglesia y tenía una esposa llamada Lidia y dos hijos, Teobripio y Macedonio. La familia creía en Cristo y caminaba en piedad. Cuando fueron arrestados por su fe, comparecieron ante Adriano César (117-138 d.C.). Las respuestas de Fileto confundieron mucho al rey porque el Espíritu Santo le habló en cumplimiento del dicho divino: “Cuando te entreguen, no te preocupes cómo ni qué hablarás, porque en aquella hora te será dado lo que digas. hablaréis; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:19-20).

Fileto y su familia fueron remitidos al gobernador militar de Iliria, el llamado duque Anfiloquio. Éste extendió a los santos sobre la mesa de tortura y ordenó a sus hombres que los golpearan con espadas de madera. Ante la asombrosa paciencia de los mártires y el estado de paz en el que se encontraban, el escritor Crónido se humilló y abrazó la fe en Jesús y la declaró abiertamente, sin importarle las consecuencias que su confesión pudiera acarrear.

Todos fueron encarcelados, incluido el escritor. Durante la noche, un ángel del Señor los visitó y les informó del testimonio que venía contra ellos y los fortaleció. Por la mañana, Anfiloquio los arrojó en una olla grande llena de aceite hirviendo y goma de mascar. El plan divino quería que Anfiloquio viera, para salvarse, el contenido del destino, y su efecto se vio perturbado tras el descenso de los santos a él, por lo que su corazón se compungió y la gracia de Dios lo penetró, por lo que apostató y creyó en Cristo. Adriano fue informado de lo sucedido, por lo que ordenó matar a los seis mártires y se completó su testimonio.

La iglesia los celebra el 23 de marzo.

Troparia en la cuarta melodía.
Tus mártires, oh Señor, con sus esfuerzos obtuvieron de ti coronas indestructibles, oh Dios nuestro, porque alcanzaron tu fuerza, así destruyeron a los usurpadores y aplastaron el poder de los demonios que no tienen poder. Por sus súplicas, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

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